martes, 11 de octubre de 2011

Estar enamorado: el idilio

El idilio, entre otras cosas (para mí), es un estado de desequilibrio total. Me dí cuenta de eso una de esas tardes en las que me puse a hablar conmigo misma y pensé: cuando uno comienza una relación de pareja, atraviesa varios estados, entre ellos, el idilio, que parece la cosa más increíble y placentera del mundo. Pero, ¡qué paradoja!, pensé. ¿Por qué? Porque es uno de los pocos estadios del ser humano en los que se es com-ple-ta-men-te feliz, atravesando un proceso crítico y desequilibrado.
Explico: durante el idilio, toda nuestra atención, afecto, libido, energía (o como quieran llamarle), está puesta al servicio del amor hacia una sola persona. Pensamos en él, sentimos por él, esperamos por él, deseamos por él, etc. por él. Entonces vale decir, que todo el resto de las cosas de nuestras vidas (trabajo, amigos, familia, mascota, comida, tooooooooooodo) sufre un retiro momentáneo de energía que se deposita en lo anteriormente citado: él. ¿Quién no ha llegado tarde al trabajo por una trasnochada de amor? ¿Quién no ha plantado a un amigo (con las debidas disculpas, por supuesto) por una cita con ESE amor? ¿Quién no ha olvidado (adrede) un turno con el dentista por seguir compartiendo una tarde de pasión? ¿Quién no se ha ausentado de una cena familiar a cambio de un momento a la luz de las velas? ¡¡¡¿¿¿Quién NO???!!! Por lo cual, es correcto decir que todo se desequilibra por un desbalanceado manejo de la atención/energía que cada uno le da a cada componente de la vida, poniéndola toda al servicio de un solo factor: el idilio del amor. Bien, hasta ahí, todos felices con el quilombo (sarna con gusto no pica), pero miren lo que comienza a suceder con el paso del tiempo...
Cada parte de la vida retorna de a poco al lugar de importancia que le corresponde, por una devolución natural de la energía que una vez le fue sustraída. El orden natural de las cosas se reestablece y la atención vuelve a donde tiene que volver, es decir, todo vuelve a equilibrase con el desvanecimiento progresivo de ese factor que generó una especie de crisis: el idilio. Y fíjense, cuando las cosas vuelven a la normalidad, el orden se equilibra y le damos a la relación sólo la cuota de energía que le corresponde (ni más, ni menos), es cuando entramos en pánico. "Que ya no me amas como antes", "Antes querías estar conmigo, no con tus amigos", "Ahora te dormís y no........plin, plin". Frases como estas rondan por nuestra cabecita justo cuando las cosas deberían darse al revés. La lógica versa que en un estado de equilibrio el ser está en plenitud, pero con el amor parece suceder lo contrario: la armonía aburre y desespera. En consecuencia, esa tarde en la que hablé conmigo misma, me dije: "El idilio es una mierda". Nos confunde, nos deja tontos y susceptibles, nos engaña y nos nubla la visión.
Por eso, quizás no haya que pretender un enamoramiento eterno, porque es poco productivo y nos paraliza, no nos deja ver la importancia que tienen los demás componentes de la vida y encima, nos entristece que el orden natural de las cosas se reestablezca... muy loco. Cada cosa en su lugar, che. Dejemos de ser infelices por algo que se da como se tiene que dar, porque además, después del idilio viene la maravillosa etapa en la que reafirmamos nuestro amor por el otro, cuando nos damos cuenta de que lo natural es compartir ciertos momentos y no todos, entendiendo que la magia radica en lo cotidiano, lo pasivo, lo ordinario... en el equilibrio de estar juntos, cada cual en lo suyo, sabiendo que estás ahí para amarnos cuando tengamos ganas.

Te quiero mucho...

Dedicado a mi compañero de la vida.