miércoles, 17 de noviembre de 2010

Crónicas de una mudanza (parte 1)

Corrían los últimos días de mayo y después de casi cuatro años de una relación a la distancia, de muchas idas y vueltas, deliberaciones existenciales y recientes tormentas emocionales, decidimos emprender la búsqueda de un hogar para vivir los tres, aquí, en la ciudad de la furia.
Me instalé una semana en la casa de mi novio y comencé la tediosa tarea de buscar dpto. por Internet con el mapa interactivo de la capital abierto en otra solapa. Arribé un lunes, con el objetivo de tener vistas para el sábado un mínimo de siete u ocho posibles viviendas... que ilusa. Me olvidé que acá las cosas se daban de una manera muy diferente a la de mi ciudad de origen:

1) Para poder ver una locación, primero había que hacer una cita con la inmobiliaria, que por lo general no era para el mismo día que se hacía la llamada.
2) Yo, que venía de una ciudad con 70 mil habitantes, me imaginé que, buscando en una misma zona o barrio, los departamentos a ver estarían distanciados por unas pocas cuadras... ERROR!! Para ir de uno a otro, tenía que tomar un subte como mínimo (y con suerte), si quería llegar a cumplir con el horario pactado.
3) Con la búsqueda en Internet se facilitaban muchas cosas, pero era sumamente cambiante... el aviso que había visto el día anterior, de ese dpto. que me había gustado, probablemente al día siguiente ya no estaba, por lo tanto la cosa consistió en ver, llamar y concertar cita, no hubo lugar para las dudas. Además, las fotos engañaban y eso te llevaba a comerte varios fiascos, y a pensar un 70 por ciento de las veces que "ese no era el lugar que habías visto en el aviso", sobre todo por el tamaño.

En fin llegó el sábado y habíamos visto tan solo dos viviendas, que además de tener un alquiler carísimo, eran una cueva de dos por dos y sin luz. El dato alentador, era que para ese sábado habíamos concentrado 7 citas al hilo, por lo cual estaríamos en una maratón inmobiliaria desde las 9:00 AM hasta las 16:00 PM, minutos más minutos menos.
Tal cual lo planeado y habiéndonos acostado tempranito la noche anterior, nos despertamos al día siguiente con un hermoso sonido ambiente de lluvia, que vaticinaba un día de temporal caótico , especial para emprender nuestra amena rutina. Imagínense las ganas que teníamos de anular todas las fucking citas y quedarnos para desayunar en la cama viendo la tele......... bueno, ahora imagínense la cara que teníamos en el ascensor, bajando hacia un destino incierto con zapatillas de lona y exentos de un miserable paraguas.
Antes de llegar a la boca de subte, que estaba a una cuadra, ya nos habíamos empapado y las únicas dos cosas que nos mantenían en el camino eran: el deseo de una vida juntos y el Mc Donald que nos esperaba al final de la jornada.

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