Los domingos sirven para reventar como un sapo y lo digo
literalmente.
No sé cómo
reventarán los sapos (no tuve la dicha de ver a ninguno), pero me imagino que
los estados a los que uno llega en determinados domingos, debe asemejarse
bastante. La “reventada” puede ser producto de alguna causa particular, de la
combinación de dos o más, o de la confluencia de todas.
Para empezar
a enumerar, voy a hablar de la más común: COMER COMO ANIMALES todo tipo de
alimentos (nocivos en su mayoría) hasta quedar inmóviles, panza arriba y listos
para esperar la muerte (que si viniera a buscarnos, necesitaría una grúa para
remolcar semejante bola de kilos).
Acostumbrados
a una alimentación precaria durante la semana (arroz, fideos, panchos y pizza),
muy poco elaborada, repetitiva, escasa y a las apuradas, los domingos en
familia son concebidos como una revancha. Las madres, tías o abuelas nos
esperan con banquetes desproporcionados en cantidad y calidad, con una variedad
de ensueño y decididas a emplear cualquier tipo de artilugio si venimos cortos
de hambre (no aceptan un “no” ni por casualidad). Entre frases como: “Nena, proba ésto y ésto y esto”,
“Comeeeeeeeeeeete el último pedacito” o
“Te hice la comida que tanto te gusta”, vamos de una fuente a la otra como
si se tratara de un torneo con postas en el que, obviamente, gana el que pasa
por todas, aún cuando en las últimas ya le cuesta respirar. Solo está permitido
tomar gaseosa, razón por la cual la hinchazón se hace cada vez más y más pronunciada.
Ni mencionar los mates que vienen después, acompañados de alguna/s torta/s y
las sobras del almuerzo que exterminamos a la noche en nuestras respectivas
casas.
Otra causa del
“reventón”, está directamente relacionada con la característica propia de los
domingos: SON UN BAJÓN. No solamente se puede reventar físicamente,
emocionalmente… ¡¡¡también!!! No sé cual será el origen de ésto, pero el
séptimo día es tristísimo y si estamos en invierno, peor. Encima en la tele no
hay nada bueno para ver, te da fiaca salir a visitar amigos, dormís siestas
eternas (varias durante el día), te ponés a rememorar viejas épocas con
canciones nostalgiosas (porque uno es masoka masoka), te pinta la angustia oral
y seguís comiendo… se te hace laaaaaaaaaaargo el día y terminas reventándote la
cabeza contra la pared porque no te queda otra, es el paso obligado.
Otra causa,
un clásico: EL DESCOQUE DEL SÁBADO POR LA NOCHE. Si saliste la noche anterior y
el domingo te agarró en tu casa con resaca y solo, sin nadie que te haga un
miserable tesito o te de apoyo logístico mientras te desarmás en el baño… eso
si que es feo. Te dormís con el mundo patas para arriba y te despertás igual,
tomás coraje (solo coraje, porque ni el agua pasa) y repasás en tu cabeza el
recorrido que hay de la cama hasta el baño, dándote fuerzas y pensando que “Vos podés, vos podés”. Te sentás en la
cama (ya es un gran paso), aguantás un rato ahí viendo que onda, bajás las
piernas y el frío del piso apura los trámites, salís corriendo al baño y llegás
jugadísimo. Puede que toda esa serie de acciones no te salga de una, pero es
normal e intentás no desmoralizarte ante los intentos fallidos. Volvés a la
cama arranstrándote, transpiración a full y frío, mucho frío (sudor helado, ay
ay ay ay), te metés de nuevo entre las sábanas, pero sólo por unos instantes,
porque vas a repetir el recorrido tantas veces como sea necesario y usualmente
la cantidad no baja de las 6 o 7. Mientras tanto, despotricás contra el
domingo, la cerveza, el fernet, la soledad, el Alikal que no funciona, el
Biletan Encimático que te olvidaste de tomar la noche anterior, contra el frío,
contra el calor, contra la soledad de nuevo y así te pasas un domingo del
demonio, postrado en la cama y pensando como coño vas a hacer al día siguiente
para ir a laburar.
Los domingos
solo sirven para que uno reviente como sapo. Alguien tendría que haberle
avisado al “fierita” que en el séptimo día uno no descansa, sino que se cansa
más que cualquier otro día de la semana, porque se la pasa tejiendo melancolías
en medio de una oralidad desaforada.
Ante sala de los
lunes, post sábados de furia, el domingo sirve para que reventemos como sapos,
habrá que cuidarse de no salpicar tanta m……………….
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